viernes, 2 de febrero de 2018

El Hado trajo la preciosísima esperanza de que tus pasos de mujer-duende hayan intentado el camino al lugar en donde te esperé tantas tardes









Mi querida Señora,

Antes de que los momentos ingresen en la madrugada me vi con la necesidad de escribirte alguna que otra palabra, para que esta melancolía de ti se disemine con cada oración azul que te nombra prosódicamente.

Día siguiente, 7am_A 3 cuartillas estamos de la nostálgica bajada del telón de este segundo acto, basado en hojas cursivas, repletadas con expresiones de mi saudade. Ya habrás tenido tiempo de hallar las melosas transcripciones en limpio de este bienintencionado aunque poco estético epistolario. Hoy, cuando se acerque el mediodía, iré a buscarte, simulando interés por tareas que nos serán mi primacía. ¿Me habrás recordado un poquito? ¿Acaso te dormirás fabricando imágenes tuyas y mías? No hay clarividencia que me revele fielmente qué debo hacer o qué estará pasando en tus velados sentimientos… Desgasté plumas escribiendo mañana y noche; y atravesé ya 300 insomnios recordando qué nos dijimos.
Y ahora, mi bien, después de un año de vivir en la preciosa y curadora teatralidad interna de este amor, pienso: ¿Alguna mañana despertaste para vivir la espontánea simbiosis del enamoramiento junto a las imágenes de tu devoto? Y después, a lo largo del día, ¿te ha tenido en vilo la expectativa de que aquellas imágenes se convirtieran en carne humana?
21 hs_Así es, mi querida Señora: ya se cierra el segundo cuaderno que crío a esta obra literaria, dedicada íntegramente a tu existencia. Tus ojos son como el canto de las sirenas: me hacen perder la cordura.De nada me ha servido ir hasta donde estás. Al verte siento un alivio de mi asfixia, como si los vientos tormesinos me llevaran hasta el Edén. Hoy, en esta noche, el 3er cuaderno que te nombra se estrena con una epístola.
La nublada ciudad salmantina está por ingresar en otra de sus pacíficas medianoches. Pero no quiero dejar pasar este día – 12 de febrero – sin antes contarte que hoy, en el último sueño de esta mañana, los Dioses han tenido la gentileza de traerte otra vez a mis sueños. Había sido mucho más largo de lo que ahora recuerdo. Desperté maravillado, con una energía feliz. Soñaba que fui a mandar una carta y tú, mi Señora, trabajabas allí. Te miraba de lejos… Esta tarde aventuré a mis pensamientos para que crearan un poema que, si a ti llegase, leyeras algún día. Sin embargo, antes de poder acabar el primer verso, desistí de esa romántica empresa: me di cuenta de que nada de lo que pudiera escribirte ejemplifica cabalmente la intensidad de la fascinación que este servidor puede llegar a experimentar cada día que te miro a los ojos.

El Hado trajo la preciosísima esperanza de que tus pasos de mujer-duende hayan intentado el camino al lugar en donde te esperé tantas tardes, mientras que aquella misma expectación nutría incansablemente a mi mundo con los maravillosos recuerdos de ti.

18 de febrero, 2016_Y ya se termina, mi bien, el segundo cuaderno que rellena sus renglones con dedicatorias a tu nombre. Entre dos libros dejé la declaración de este amor inmarcesible, y dos ya son los días que permanezco encerrado en casa, para no saber si has sido tú quien dio con aquellas turulecas cursivas dirigidas tácitamente a ti. La expectativa de que en tu corazón navegue alguna vez la imagen de tu humilde servidor, hace que despierte en la madrugada intempestiva espabilado, controlando cuántas horas faltan aún para volverte a ver. Medito en varias cosas mientras tanto: ¿Habrán sido casuales nuestros entre cruces por aquellas galerías de libros? ¿O cuánto de tu voluntad y la mía habrán participado para que estemos cerca?

Suyo







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