lunes, 31 de agosto de 2015

Sin conocerte nada ya te echo de menos







Los mocasines de Malgorzata siguen allí: cuelgan como dos péndulos inertes bajo el portallaveros con forma de casa alpina. Hace dos días que el ranúnculo tiene las hojas caídas. Dos caparazones de caracol hacen sombrita sobre la mesa. No miraré las luces nocturnas de la celebérrima Chinchibarra con el mismo entusiasmo del enamorado que espera cruzarse con su amada al otro día. Pues pasará la Semana Santa sin vernos. Te estaré esperando siempre. No me importa con quienes hayas estado o con quien estés ahora. Te aprecio como a una noche despejada en la que pueden verse todas las constelaciones en el cielo helmántico.


Otro día de marzo

Pienso si te veré mañana entre tantas personas, tantos volúmenes, tantas sutiles burocracias que nos envolverán a los dos. ¿Me habrás echado de menos durante el transcurso de este día luminoso? ¿Algún recuerdo de este servidor te habrá caminado por los ornados patrones de tu consciencia? Hasta cuando pienso en tu nombre me dan ganas de tenerte. ¿Cuántos días más pasarán por delante nuestro sin que hayamos vivido la suerte de un café, de una conversación? Y si lo tuviéramos, ¿qué es lo que te diría? Pues sin conocerte nada ya te echo en falta. Imagínate qué será después de que me apegue al recuerdo de unas palabras tuyas que divulgaran nuestros inicios en la confianza.



6 am. 22 de marzo

Hace dos días que el ranúnculo tiene las hojas caídas. Dos caparazones de caracol hacen sombrita sobre la mesa fumé. Sé que la noche de Salamanca está fuera, pero la persiana hasta abajo no permite ver si está o no nublado, o es que acaso las constelaciones salpican con su esplendor al firmamento de color ocre. Los mocasines de Malgorzata siguen allí: cuelgan como dos péndulos inertes bajo el portallaveros con forma de casa alpina. Y las semillas de almendro cogidas en Villamayor, parecen sardinas enlatadas en un envase de vidrio. El ranúnculo ha muerto. Su aspecto decaído no inspira ya ninguna esperanza de que resucite. El ranúnculo sin aura permanece esperando a que alguien le dé digna sepultura.
Hoy vi tus cabellos como el sol del atardecer se puede ver entre nubes. Presumo que alguna vez me has querido. Por eso me pregunto si me estarás esperando.
No miraré las luces nocturnas de la celebérrima Chinchibarra con el mismo entusiasmo del enamorado que espera cruzarse con su amada al otro día. Pues pasará la Semana Santa sin vernos. Te estaré esperando siempre. No me importa con quienes hayas estado o con quien estés ahora. Te aprecio como a una noche despejada en la que pueden verse todas las constelaciones en el cielo helmántico.







lunes, 24 de agosto de 2015

Mortadelo y Filemón




6 de marzo, 2015



Mi queridísima Señora,


Hoy te he visto entre tus cosas, transportabas –creo-, una pancarta, de un pasillo hasta el otro, en la biblioteca Torrente Ballester. Pero no te acercaste hasta mí como sueles hacerlo otras veces, pareciera que tu existencia quisiera dar el presente en mi capacidad de amarte. Me pone un poco triste tus ausencias: sin ti no sé muy bien hacia dónde voy; ni tampoco sé totalmente quien soy. Cuando pasa un día sin verte algo falta en mis ilusiones para que todo en mi corazón ande bien. Es como sentir un cansancio de golpe, como si no tuviera el alma entera.


Día siguiente, 9.30 pm

Mortadelo y Filemón


Con seguridad jamás vas a leer estas turulecas anotaciones que orquestaron sobre el papel los parciales apuntes sobre ti y tus cosas; y al igual que  los ladrillos de los paquetes consorcios de la respingadísima ciudad subtormesina, englosan las listas de estos ajetreados rengloncitos.
El hecho es que no dejo de tenerte entre mis pensamientos y emociones, como la bolita de un sensible flipper, vas rebotando por las egoístas paredes de mi mundo interior. Medito: ¿Seré la imagen de tus soledades? ¿O acaso los Dioses se burlan otra vez de mí haciéndome creer que vivo en tu corazón cada vez que miro tus ojos de caleidoscopio, tan transparentes? Ni siquiera sé bien tu nombre: ¿Es con y griega o con elle? Quizás haya sido cosa no más que mía. Pero cuando me contabas de tu experiencia con los comics, vi que las mejillas se te ponían de color rosa.
Hoy no vivo en ningún laberinto. Los ranúnculos continúan creciendo deliberadamente hacia el cielo raso. ¿Te habrás acordado de mí durante el fin de semana? Los pájaros silbadores hacen ya la iniciación de su canto para acompañar a las legítimas horas de oscuridad que impregnan la madrugada primaveral.





lunes, 10 de agosto de 2015

Formalizo este día

Mi Querida Señora,
Formalizo este día, entre los avatares diarios y algún que otro cansancio, el comienzo de esta serie de epístolas que llevarán una y otra vez a tu nombre en las sentidas dedicatorias.
Fue hace ya nueve años cuando miré por primera vez a tus ojos claros. Y hoy me llena de felicidad el hecho de que no se vaya un solo día sin que nos crucemos por los pasillos y estanterías de la vasta biblioteca Torrente Ballester, tu lugar de trabajo, y sentir de que estemos siempre a punto de hablar. Es por eso que más que nunca soy de evocar las cándidas memorias que te tienen como romántica protagonista de mis esperanzas de haber encontrado por fin el Destino que me esperaba tan escondido en un punto recóndito del tiempo insobornable. Y a pesar de los años, a pesar de que ahora conozco el timbre de tu voz, tus acentuaciones cautivadoras, a pesar de que ya conozco tu nombre, en mi corazón no se ha exacerbado el amor que sentí por ti desde el primer momento en que te miré, desde el primer momento en que vi tu imagen gloriosa.
Hace un ratito fui a dar una vueltita. Soy, como todo el que ama en grande, algo atolondrado. Salí de casa nada más con el modesto abrigo de un yérsey. La Luna estaba casi completa. A paso de caracol, Las Tres Marías hacían su típico desfile a lo largo del firmamento. Y como acostumbran ser las noches de marzo, el frío era insoportable. Pero el recuerdo de tu existencia me devolvía el calor a la sangre, llenándome de fortalezas para poder volver.


dnld 2015