sábado, 20 de enero de 2018

Del naranja al rosa


















Domingo 2 de agosto de 2015





Mi queridísima Señora,


Hoy se cumple un año desde que volví a verte. Te escribo las cosas que me encantaría decirte hoy mismo, pero que seguramente te sonarían desubicadas, o fuera de momento o de lugar. “Fue maravilloso volver a verte”. Jamás olvidaré aquella expresión de niñita regañada, miscelánea de una inocencia puramente tuya y de perplejidad absoluta. A partir de entonces, más tuyo y de tus miradas fue el mérito de que un año después de aquella mañana, hoy exista entre tú y yo este diálogo formal y diplomático. Me siento extremadamente agradecido por cada segundo en que tu luminosa existencia se entreveró de alguna manera en mi vida: tus holas por el pasillo, puntualmente una vez por semana. Tus sonrisas secretas, que al principio te costaba disimular cada vez que me acerqué a ti. O tus mejillas ruborizadas, que pasaban del anaranjado al rosa mientras me hablabas de Ibáñez.
Me costaba seguir adelante con los recuerdos que me habían quedado de ti. Pero eso cambió. Tu amor me ha vuelto un poco loco. Y se siente maravilloso. Igual que 9 años atrás, hoy, en el aniversario de mi regreso a ti, fui a calle Toro a esperarte. Paré el atril en un banco, y fingí que dibujar era mi principal interés. Pero a cada segundo estaba atento a ver si venías tú.
22hs_Te contaba esta madrugada, que hoy ya hace un año que volví. La Tierra ha hecho su órbita formal, y otra vez nuestro pequeño y hermoso planeta repite el ciclo de nuestro primer encuentro, y de nuestra circunspecta relación que, por parte mía, fue un gigantesco cultivo de emociones amorosas. Recordé miles de veces a tus caras. Descubrí tus pecas, tu rubosidad y tu transparencia. Y en mi corazón se ha arraigado el amor. En un año escribí un cuaderno tan solo para ti. Hice amigos… y algún enemigo también. Pero lo más importante de todo esto has sido tú.

Dnld
2 de agosto, 2015







Hoy finalmente, 3 de agosto, te he vuelto a ver. Un día perfecto. Me recibió tu mirada. Te dejé un mensaje, encima de un bibliorato. ¿conseguiré que cada día 2 esperes encontrar uno? He  aquí, mi queridísima Señora, la última hoja de este cuaderno que has conseguido inspirarme con tus ojitos cristalinos, de caleidoscopio. Ya casi se terminan de rellenar los numerosos renglones que aquí se diagramaron para que mi puño y letra rinda un esmerado honor a tus rasgos de muñequita de Saraquei.  Cuando le ponga el punto y final a la siguiente cartilla, me alejaré de la isla que me dio refugio de la falta de ti.
Rápidamente, comenzará la empresa del segundo cuadernillo a mano cursiva, cuyas epístolas irán encabezadas por tu nombre. La única frase indeleble fue una pregunta que se repite salteadamente conforme los días se sobreponen unos con otros:
¿Qué sentirás cuando nos miramos?

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