sábado, 26 de octubre de 2019

En los sinceros espejos de la introspección descubro resignadamente a un yo de mí más maduro, un poco más apático y justo


Sábado, 5.00am_Uno nunca se cansa de elogiar el crecimiento de las plantas que ha sembrado. Los almendros están preciosos. Ya cercenado, albur se despliega imperceptiblemente en la concisa atmósfera del cuarto. El gemido lamentoso de un sabueso se hace oír en la mañana luminosa de la calle Candelario. Los solitarios del 30-32 se acompañan con los bon-sai que pasaron la noche afuera con el propósito de tomar aire y que el frío sonambulista los haga más resilentes, como los niños que duermen junto a los gatos con el fin de producir con el tiempo anticuerpos. No hay cordero más fuerte que el que nace en el invierno. Ya no lamento tus ausencias. Por otro lado, un motor muy sonoro desparrama intranquilidad en la quietud de la mañana. Páginas, páginas y páginas revolotean alrededor de esta escritura en formato de simpáticos cuadernillos. Quizás por tercera vez, la extraña cursiva rejunte los pedacitos de mi alma que dejó tirados otro desamor.
22hs_En breve saldrán a la intemperie los dos almendros, para que se ventilen con el frescor de las noches de los veranos. La necesidad de ir a buscarte se presentó de repente cuando miraba un partido. La interpretación de tus últimos acercamientos se ha inclinado hacia el lado de la balanza que dice que me quieres.
Domingo 7.20am_Se echan de menos los almendros. Aún están fuera, ejerciendo su fotosíntesis con la grisácea claridad de este domingo. Ya se va acabando, mi bien, otro fin de semana junto con un cuaderno más del Diario de Rummenigge. Más bien se fue cerrando otra etapa de desenamoramiento, casi cuatro años en los cuales esta escritura ha logrado que valiera la pena la dañina constancia de tu ausencia en mis días. Pero aunque el amor va menguando sus plácidas intensidades, quiero contarte que hoy, como una dilatada despedida, he soñado contigo. Cuando me decidí a olvidar a Dolores, después de meses ella telefoneaba como para que su recuerdo no se desvaneciera, y así me costara más empezar a rehacer mi vida, como si el Destino tratara de ponerme un impedimento resucitando el amor que sentí por ella.

Así vienes tú a mis sueños, y te presentas para recordarme el amor que sentí por ti.

18 de junio, 21.45hs_Y ya se va acabando, Mireia, el sexto cuaderno que escribo respecto al amor que te tuve. Junto con albur y su próspera ramita, renacido y su luengo tallo atestigua la finalización de este cuaderno, que seguramente cerrará la desesperanzada historia de Rummenigge. Hoy a la tarde viajé durante 2 horas bajo el sol de la carretera Valladolid. Buscando agua fresa me detuve en la fuente de Pedrosillo el Ralo. En el trayecto fotografié los rojos campos de amapola. Y a la vuelta temí por mi vida durante los 2 km, cuando aproveché el descenso volviendo por San Cristóbal. Entonces, Mireia, con estos cuentos y narraciones le pongo punto y final a la confección de estas epístolas que te fui dedicando a lo largo de estos últimos años. En los sinceros espejos de la introspección descubro resignadamente a un yo de mí más maduro y también más sabio. Un poco apático y justo.
























































FINAL DEL SEXTO CUADERNO DE RUMMENIGGE


















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