jueves, 17 de septiembre de 2015

Las calles de Salamanca son la ilusión de que cada persona se convierta de golpe en ti


Día siguente, 9.30 am      

Mi queridísima Señora,

En esta mañana subtormesina, retomo al papel para volver a escribirte, para contarte que durante toda la madrugada del 2 de abril tu imagen anaranjada ha impregnado cada segundo de los románticos insomnios. La experiencia de este enamoramiento es más importante que mi pasión por la escritura manuscrita: ya no puedo escribir como cada día, sin antes haberte escrito alguna cosita a ti.

Semana Santa
Pasarán 4 días sin verte. En la celebérrima Chinchibarra, no miraré los estroboscópicos neones nocturnos con la emoción del enamorado que espera cruzarse con su amada al otro día.
5 de abril, domingo santo – Las calles de Salamanca son la ilusión de que cada persona se convierta de golpe en ti. Hoy miré hacia la calle desde un café, y sentí que el mundo estaba vacío cuando faltaron tus ojos claros.


Mi queridísima Señora,
La tormenta se ha marchado al igual que los años desperdiciados en la inútil búsqueda de un amor que no fueras tú. Lo lamento. Lamento todos los años que se han pasado sin dar la vuelta y volver a ti. El Señor – Dios – hace dudar a los hombres si su ilusión puede ser cierta. Así me tiene a mí en vilo, pensando siempre y tratando de encontrar alguna seguridad de que mis premoniciones y ensueños fueran legítimos finalmente. Pero sin embargo te amo con el ímpetu de la granizada violenta caída hace ya algunas horas. Mañana te extrañaré a ti y no a otra. Mi alma se atraviesa de ti, entretanto mi mente se lastima con tus ausencias. Pero lo más importante de todo esto es que creo en ti. Y que otra vez me has hecho soñar, y creer que, después de todo, es posible un final feliz en mi curiosa vida.











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