Sábado, medianoche_4
flores blancas orlan la plantita de la petuña que vive en el plato
de Bob Esponja. Muchas veces me he preguntado cuál sería el
misterioso propósito de tu reaparición en mi vida. Finalmente, el
resultado de todos estos caminos andados, que de una forma u otra te
han involucrado en sus recorridos, acabaron reencontrándome con la
relectura del Nuevo Testamento. Y como una conclusión por segunda
vez meditada de esta fortuita relectura, hoy me descubro incorporando
en mis diálogos mentales una actitud más cristiana y
tranquilizadora, obteniendo como premio un sentimiento de armonía al
que podría llamarse paz. Hoy para mí el Reino de los Cielos es una
actitud misericordiosa ante toda maldad que pudiera advenir en
nuestra vida. Como colación de esta tranquilidad he vivido la
aventura de presenciar pequeños milagros todos los días así como
también grandes, pero esparcidos en días fortuitos del año. El
primero es por supuesto el ferviente reencuentro con tus ojos. Pensé
que nunca más iba a notar interés en tu mirada. Pero ha sucedido
algo, ellos fortalecen la fe correcta en mi corazón. Y no ha sido
coincidencia, tiene sentido que cambie nuestro mundo cuando elegimos
otra manera de pensar.
Lunes, 10 de la
noche_Aquí de nuevo, mi bien, en compañía de los almendros y la
otra plantita más. Sobre la conocida Biblia, una bolsa de
chocolatines blancos augura una soledad endulzada con respetables
dosis de glucosa, para otra repetida función en la hemeroteca de mis
películas favoritas. Aún me encuentro a la espera de nuevas señales
divinas que me alienten a ir en tu búsqueda nuevamente. Pero, como
dijo el poeta, sólo obtuve como respuesta oscuridad y nada más.
Martes, 22hs_El día
fuera de casa empezó a las 9 y 9 am, cuando partí derechito a La
Mata de la Armuña. En el ida y vuelta del recorrido se verificó por
sí mismo el buen arreglo de un pinchazo que ayer casi más me tira
sobre el asfalto negro de Torres Villarroel. Saqué algunas fotos a
los caballos de siempre, de los álamos blancos volviendo por la
carretera del Helmántico. Cuando regresé a casa papá tenía medio
preparado un sainete ya que por momentos le sale la Pepita que tiene
adentro. Mi abuela se llamaba Pepita. Casi no tengo recuerdos de
ella, únicamente sus abultadas tetas caídas y los kilombos que
preparaban ella, papá y mamá. Mamá era la que la buscaba siempre,
supongo que por sus putos celos al verla quererlo a papá. Claro,
mamá después le echaba la culpa a ella. Decía me roba las
cucharitas, o alguna excusa así para no quererla y que tenga que
irse de casa. Entonces, cada vez que alguien de la familia levantaba
la voz o montaba el pollo, mi hermana nos decía que éramos unos
pepitos. Y así nos quedó el uso coloquial en nuestra familia,
cuando vemos a algún sainetero decimos que es un Pepito. ¡Calláte
pepito! Me decía mi hermana cuando no tenía ganas de discutir.
Por la tarde aprendí dos
palabras, galicinio y arrebol. No la encontré en Google. Para
memorizar galicinio, tuve que leerme toda la Ga hasta que la encontré
en un tomo de diccionario antiguo que había en casa. Hay palabras
que se recuerdan desde que uno las oye por primera vez. Como cuando
supe tu nombre, que nunca más lo olvidé.
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