miércoles, 8 de julio de 2020

La Providencia nos exhorta a través de señales en lugar de palabras


Miércoles, 21.30hs_Desde hace tres días otra mujer subrogó el firme lugar que tenía tu imagen en mi primer pensamiento del día. No es coincidencia, ya la había conocido 3 años atrás, cuando te esperaba dibujando en un banco de concreto en la peatonal principal de Salamanca, mientras el verano hacía propicio el clima para aquella romántica labor. Fue la época en que yo andaba esperando a cada instante que aparecieras, mientras andaba por cualquier lugar de Salamanca o sus renacentistas pedanías. Incluso hubo un mediodía en que me hiperemocioné al verla venir hacia mí, mientras medio apeado de la bici estaba esperando que diera el verde en el semáforo, tras la célebre Chinchibarra, pues su cabello era del mismo naranja con el que tú te tiñes algunas veces. Cuando ella se oscureció el color del pelo, fue la primera vez que le hablé. Su respuesta a mi atrevimiento no fue otra cosa que la inmerecida paga de saludarme todos los días con sus sus mejores sonrisas. Cuando me saluda se da vuelta y me muestra todos los dientes. Los almendros siguen aquí; tres vasos de té frío aguardan hasta mañana por la tarde para continuar con la corrección ortotipográfica del espontáneamente largo epistolario que te escribí. Me gustaría dártelo en mano si alguna vez vuelvo a notar en tu mirada que me quieres.


Jueves, 21.20hs_La planta de la petuña tiene 3 flores abiertas y una que está a medio abrir. Hoy en la tele oí una vez tu nombre. Sé que es tonto, pero cuando esas casualidades tienen lugar en mis días el florecimiento de mi ilusión prospera igual que estas flores al lado mío. Así imagino que estás esperándome. Otras veces, al escuchar tu nombre en una afortunada seguidilla de coincidencias, me decido a ir a buscarte y al entrar me reciben tus miradas con su cándida y curiosa energía amatoria, señal de que te has estado acordando de este gentil o que me has estado esperando.


Lunes, 21hs_A pesar de que ya no eres mi primer pensamiento estoy a punto de terminar el 7º cuaderno de Rummenigge. Y eso que terminé el quinto con mi palabra de que no iba a escribirte más. Empiezo esta semana festejando que el destino me dio una razón para que el miércoles que viene me acerque a la biblioteca con una justificación que no seas tú. Esto es más o menos lo mismo que cuando escucho tu nombre: todavía estoy enamorado de ti, algo vibra dentro mío cuando escucho Mireia. Algo le sucede a mi vulnerabilidad por tu existencia. Y una sensible campanada tañe dentro de mí. Como la emocionante campanada del Big Beng. Es entonces que la intelectualidad interpreta a la conocida emoción de estar enamorado como una señal de Dios para que te vaya a buscar. La Providencia nos exhorta a través de señales en lugar de palabras.


Martes, 9.15am_Quizá tenga algo que ver con rezar antes de dormir. Pero hoy me levanté con unos ojos que miran al mundo a través del cristal de la esperanza. La casa de Candelario parece más bella; afuera se oyeron pájaros desde temprano cantando un gorgeo inspirador. Ni siquiera entré los almendros para que me hicieran compañía, no extraño escribir de ellos. Recordar beligerancias absurdas y analizar quién tenía razón, ahora me parece una labor en baladí. Seguramente igual a otros años has de estar en algún viaje veraniego para aprovechar los últimos días que le quedan a las vacaciones. Sin embargo, mañana temprano iré a buscarte, esperando que te acerques como antaño, o que te des la vuelta para que nos miremos a los ojos, tal y como lo hiciste la última vez que coincidimos bajo el techo de la Torrente.









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