Miércoles,
21.30hs_Desde hace tres días otra mujer subrogó el firme lugar que
tenía tu imagen en mi primer pensamiento del día. No es
coincidencia, ya la había conocido 3 años atrás, cuando te
esperaba dibujando en un banco de concreto en la peatonal principal
de Salamanca, mientras el verano hacía propicio el clima para
aquella romántica labor. Fue la época en que yo andaba esperando a
cada instante que aparecieras, mientras andaba por cualquier lugar de
Salamanca o sus renacentistas pedanías. Incluso hubo un mediodía en
que me hiperemocioné al verla venir hacia mí, mientras medio apeado
de la bici estaba esperando que diera el verde en el semáforo, tras
la célebre Chinchibarra, pues su cabello era del mismo naranja con
el que tú te tiñes algunas veces. Cuando ella se oscureció el
color del pelo, fue la primera vez que le hablé. Su respuesta a mi
atrevimiento no fue otra cosa que la inmerecida paga de saludarme
todos los días con sus sus mejores sonrisas. Cuando me saluda se da
vuelta y me muestra todos los dientes. Los almendros siguen aquí;
tres vasos de té frío aguardan hasta mañana por la tarde para
continuar con la corrección ortotipográfica del espontáneamente
largo epistolario que te escribí. Me gustaría dártelo en mano si
alguna vez vuelvo a notar en tu mirada que me quieres.
Jueves,
21.20hs_La planta de la petuña tiene 3 flores abiertas y una que
está a medio abrir. Hoy en la tele oí una vez tu nombre. Sé que es
tonto, pero cuando esas casualidades tienen lugar en mis días el
florecimiento de mi ilusión prospera igual que estas flores al lado
mío. Así imagino que estás esperándome. Otras veces, al escuchar
tu nombre en una afortunada seguidilla de coincidencias, me decido a
ir a buscarte y al entrar me reciben tus miradas con su cándida y
curiosa energía amatoria, señal de que te has estado acordando de
este gentil o que me has estado esperando.
Lunes,
21hs_A pesar de que ya no eres mi primer pensamiento estoy a punto de
terminar el 7º cuaderno de Rummenigge. Y eso que terminé el quinto
con mi palabra de que no iba a escribirte más. Empiezo esta semana
festejando que el destino me dio una razón para que el miércoles
que viene me acerque a la biblioteca con una justificación que no
seas tú. Esto es más o menos lo mismo que cuando escucho tu nombre:
todavía estoy enamorado de ti, algo vibra dentro mío cuando escucho
Mireia. Algo le sucede a mi vulnerabilidad por tu existencia. Y una
sensible campanada tañe dentro de mí. Como la emocionante campanada
del Big Beng. Es entonces que la intelectualidad interpreta a la
conocida emoción de estar enamorado como una señal de Dios para que
te vaya a buscar. La Providencia nos exhorta a través de señales en
lugar de palabras.
Martes,
9.15am_Quizá tenga algo que ver con rezar antes de dormir. Pero hoy
me levanté con unos ojos que miran al mundo a través del cristal de
la esperanza. La casa de Candelario parece más bella; afuera se
oyeron pájaros desde temprano cantando un gorgeo inspirador. Ni
siquiera entré los almendros para que me hicieran compañía, no
extraño escribir de ellos. Recordar beligerancias absurdas y
analizar quién tenía razón, ahora me parece una labor en baladí.
Seguramente igual a otros años has de estar en algún viaje
veraniego para aprovechar los últimos días que le quedan a las
vacaciones. Sin embargo, mañana temprano iré a buscarte, esperando
que te acerques como antaño, o que te des la vuelta para que nos
miremos a los ojos, tal y como lo hiciste la última vez que
coincidimos bajo el techo de la Torrente.
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