Algunos
días el olvido va haciendo efecto, y la imagen de otra persona aparece en mi
corazón desde que despierto. Pero la manuscrita que la describe
parece ser de otro hombre. Inexplicablemente, por medio de azarosos
mecanismos arbitrarios, hay alguna insolencia del pasado que
revolotea en la ingrávida sustancia de mi psicología, igual que
podría hacerlo una molesta mariposa de la noche en la habitación
cuando uno enciende la luz de golpe. Esta tristeza omnisciente ha
conseguido desencadenarme de la larguísima obsesión que te
idolatraba en aquel inseparable trascurso de los minutos. Cuando esto
sucede uno escribe más centrado en la belleza literaria antes que en
la de su amor. Al morirse nuestro enamoramiento comienza la
escritura sin yo. No existe un destinatario prístino para las
prosas. Al notar esto, uno se da cuenta de que el dolor se produce
cuando debemos abandonar de golpe a las ilusiones. Psicología
barata y algún oxímoron. Y al cabo de unos años se bajan los
brazos en la lucha por nuestros sueños. Hasta que ayer, 14 de marzo,
miré el perfil de tu cara otra vez.
Con
una burguesía casi apática mirabas un monitor Nacional. Supongo que
poblarías los momentos de tu vida para que se cumpla el horario de
regresar a casa, donde emocionadamente te aguarda él. Uno es un
hombre más apuesto renunciando a decir y hacer para dejar contentos
a los demás. Al dejar de quererte estoy volviendo a casa; al
desenamorarme de ti el pensamiento es uno nuevamente. En este
cuarto todo será silencio: los elefantitos no me hablan ni respiran,
tan solo echan su sombra sobre la blanquedad del gotelé memorizado.
pero al menos tengo una buena noticia: ayer por la tarde hice el
recuento literario de aquellas notas escritas en tu ausencia. Y helo
aquí, un poemario de 300 versos que empalagan. Y por supuesto: casi
está finalizada la bitácora de Rummenigge.
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