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de febrero, 5.10am_Había pasado un año desde que la realidad había
partido en dos la ilusión. Ella continuaba siendo mi último
pensamiento de los días. Amándola fui aprendiendo a soñar cosas
bellas en el insomnio. Y manejaba las cosas día por día, como me lo
había enseñado Ceci. Los días se pasan sin que consiga completar
las 3 cuartillas que antaño te escribí a diario. El paso del tiempo
ha menguado la velocidad de los pensamientos que te aclaman. Y aquel
amor al que elegí renunciar por esperarte, hoy va conquistando los
minutos de los días. Parece que la echo en falta a ella en lugar de
a ti. Las 3 cuartillas diarias antes se completaban dulce y
apasionadamente, ahora sólo parecen blancuzcos témpanos
infatigables que combaten la creatividad de mi pluma en una lid de
forcejeos entre los espacios en vacíos y la vehemencia de la tinta
azul. El tiempo de esta empresa antes abría las alas y se iba
volando para dejarme esposado a una línea de esquizofrenias
reconfortantes que únicamente te soñó a ti. Ahora
ni siquiera los pensamientos quieren finalizar con el fogoso sufijo
de tu nombre. Y la eterna vigilancia de tus pasos hoy tan solo son
diminutas remembranzas que a veces me recuerdan cuan vivo estuve
mientras escudriñaba la vida a la espera del minuto que entrelazara
nuestros destinos.
Dios
no quería darme esperanzas tal y como creí. Al final resultó que
la verdad de mi amor inclinaba la interpretación de nuestros
confusos encuentros a favor de mis ilusiones de estar alguna vez a su
lado.
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