19/02/2017_Se
fueron las estrellas y el amanecer subtormesino nos ha dejado un
cielo de celeste pálido. Semejante a la metamorfosis de ese cielo,
mi raciocinio cambia finalmente de variantes. Una derrotista
confusión que aún no se decanta por saber en cuál de todos los
posicionamientos de tu amor puede hallarse la existencia de este
gentilhombre. Y otra vez cada mujer de esta ciudad comenzaba a ser
tú. Hoy puedo decir las palabras que antaño no articulé por temor
a pronunciar una profecía fatal. Pero lo cierto es que vivía en mí
la esperanza de estar contigo. Pero he ido tachando la verdad con
eufemismos que defendían la posibilidad de que en tu corazón
habitara solamente este devoto de tus átomos y de tu existencia. Las
estrellas brillan menos cuando se está yendo el amor que las
contemplaba. Si por lo menos pudiera ver la seda que me sacara del
laberinto de tus imágenes.
Todo
comenzó en la inocencia de nuestras miradas. En cada convivencia
bajo un mismo techo, estas aprovechaban para vigilarse sin regateos. Su
imagen, mi Señora, no acompaña tanto como antes los sustantivos. El
opio de esta vida consiste en imaginar que alguna vez podrías
celarme sabiendo cómo amo a otras. Fue mentira de la esperanza
aquello de que con el tiempo todo tiene su ocasión. Mínimo consuelo
para mi corazón roto fue saber que he cumplido con el propósito que
nació en mi alma pocos días después del día en que volví a
verte. La franqueza de tus miradas hizo que otra vez nazcan sueños
en mi capacidad de amar. En sus ingrávidas sustancias apoyé mis
alas rotas, y así logré limpiar un poco a mi corazón de las insalubres
contaminaciones de los fracasos.
dnld 2017