Mi querida Señora,
Hace ya dos años que pienso en ti, y te veo con cierta frecuencia aunque a la distancia entre las estanterías. La década que se ha ido no ha cambiado la hermosura de tu idóneo talente. Y cada día que pasa te afirmas un poco más en mi corazón. Tras los miles y miles de pensamientos diarios que fabrica sobre ti este sensible embeleso. Te pareces a una creación de todos los deseos que no se han cumplido en mi vida:
Estás compuesta por los aniversarios que no pude festejar.
Los cuerpos que no pude tener.
Las expectativas de amor que han pasado de largo en mi destino.
Los cuerpos que no pude tener.
Las expectativas de amor que han pasado de largo en mi destino.
Ininterrumpidamente sueño diálogos futuros en donde te declaro este amor inmenso. El deseo de que todo sea perfecto, o el inaceptable temor a que la realidad no conjugue con nuestras ilusiones: aquellas dos polaridades pueden convertir escasos metros de separación en un continente de distancia. Así, mi Señora, me ha sucedido tantas veces con vos. ¡Cuántas tardes he estado a un metro suyo! Y sin embargo jamás pude deciros los maravilloso que fue volver a verte.
30 de mayo, 5.30 am_Hoy ha pasado un mes desde que volvimos a saludarnos. ¡Ah, cuánto echaba de menos tus miradas frecuentes! Así como la personalidad de tus acercamientos disimulados. Tu nombre, Dueña mía, ha sepultado cualquier otro nombre de mujer. Ya fuera del pasado o del presente. ¡Que nuestros entrecruces y palabras sean el pan de cada día!
Y luego de otro domingo alargado enormemente por vuestra ausencia todopoderosa, esta madrugada ha sucedido nuevamente: a intempestivas horas abrí los ojos como un gato que va a cazar y me embriagué de felicidad cuando a los pocos segundos me di cuenta de que tengo una razón magnífica para vivir al recordar tu existencia. No voy a mentirte diciendo que jamás había querido tanto. Pero también es cierto que jamás había sentido semejante fascinación como puedo experimentar al acercarme a ti, sentida mía. También es cierto que, aunque sí había vivido un amor, no fui consciente de ello. Era muy joven para saber amarla, y a esa altura mi organismo estaba demasiado contaminado como para sentirme agradecido por lo que estaba viviendo.
No supe de inmediato si era cierto. Pero al evocar las imágenes del sueño de esta tarde me llenó de felicidad el darme cuenta de que otra vez había soñado contigo. Con los cabellos recogidos controlabas la pantalla de un ordenador. Aunque no recuerdo las palabras precisas, pues en el sueño se distorsionaban cual una imagen bajo la niebla, creo que en ellas iba otra declaración de mi amor. y aunque te quedabas viendo la pantalla, parecía que te quedabas pensando en una palabra para decirme. ¿Recuerdas cuando Stallone le estaba leyendo a Adrian esperando a que despertara del inconsciente? Entonces, al volver en sí, ella le pide que se acerque para contestarle al oído “¡Gana!”. Pues así, mi Señora, me lo pediste tú, y me dijiste al oído “Bond”, haciendo alusión a un film que acababa de estrenarse.
Entonces nos abrazábamos.
1 de junio
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