Mi queridísima Señora,
Ojalá algún día podamos desearnos felicidades mirándonos a los ojos, cada vez que nuestros despertares caigan en día 2. Y así celebrar que haya pasado otro mes desde que volvimos a vernos.
El día se aproxima a las 9 de la noche, y me pregunto si hoy podré dejarte el sobre que ayer preparé para ti. En él te contaba, Señora mía, que ayer por la tarde había soñado otra vez contigo: tus pecas, tus ojitos de clarividencia… con tus cabellos anaranjados. Con tu trato tímido. Iré a pintar cerca de ti, para ver si así despierto la expectativa de una espera en tu corazón.
Día siguiente_Y tal como te lo advertía ayer, ayer fui a pintar cerca tuyo. Al terminar, recibí el confort de tu mirada. Pero no pude dejarte el sobre con otra declaración de mi amor, cada vez más franca.
Domingo 4 am_El silencio de las 4 de la mañana hace más confortable al Mundo. La rosa amarilla con betas rojas dejó de ser pimpollo hace dos días, y modela su belleza dormitando en una taza ocupada con agua templada desde el jueves 2 de junio, el último día que te vi.
22 hs_Y así finaliza, mi bien, otro domingo que se marcha sin tus noticias: los alicios bailando en la función de otro atardecer, los consorcios que se oscurecen, mientras en el firmamento comienzan a bostezar con constelaciones inmaturas. Sin embargo, la Suerte me concede un día de gracia para el ocio. Mañana temprano iré a buscarte, mi sentida, si es que tu existencia no exacerba mis insomnios esta noche, pues hoy también sucedió: de 3 a 5, desperté pensando en ti, tal como si hubiera dormido 8 horas.
Día siguente, 22hs_Y tal como lo había prometido, Señora mía, hoy fui a buscarte cuando el cenit se iba abriendo. Continuamente pienso en qué te diré para entregarte este cuadernillo en las manos, así anticiparme a la conjunción de los astros y darte todas mis notas el próximo 2 de agosto. Pero retomando al primer renglón de esta nota, hoy te vi acomodando volúmenes indistinguibles. Te vi al partir, mirando hacia el paseo de los Cerezos, tenías el pelo recogido, igual que en el último sueño.
4 de junio, 4am_Los alicios y las violetas oyen inquietos la serenata de un pardal, entretanto se desperezan los quejidos de los camiones municipales aquí, en la coqueta ciudad subtormesina. Dos o tres constelaciones van paulatinamente hacia los peticitos consorcios del horizonte pardo, como si la madrugada fuera un atardecer que en vez de soles se hace con estrellitas. Y yo, mi querida, experimento una vez más el insomnio que me provoca tu imagen de muchacha.
La madrugada se manifiesta en dos dimensiones: el habitual catarro de los camiones de la basura, más el esplendor de las arrabaleñas farolas municipales, que derrochan su fulgor encima de los chasis abandonados a la intemperie toda la noche.
10 de la noche, mismo día_“Me arreglé lo mejor que pude”, tal como dice el cuento, y esta mañana he ido a buscarte. Ayer te dejé una flor, y hoy al caminar por los pasillos todos parecían en sus cosas, demasiados ocupados como para desearme un buen día. Solamente tú caminaste a mi lado, y en un momento estuve a punto de decir tu nombre. Y no sé porqué, pero en ese momento sentí que nuestra intención era volver a saludarnos, como lo hacíamos antaño, por los pasillos de la biblioteca Torrente Ballester. Y te dejé otra carta, en conmemoración a otro 2. Mi único temor es que un día esos correos sean devueltos al remitente de un servidor.
8 de junio, 2016_Hoy la tranquilidad festejó mis sueños. Amanecí feliz, como si ya no tuviera deudas con el Mundo ni tampoco deudas con Dios. Presiento que has hallado la última carta que te dejé.
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