Mi querida Señora,
Siempre te quise. Ese Espíritu
que tienes, esa emoción. Cuando te veo caminando parece que viera andando a mis
sueños de Amor.
Todo eso que te cuento te lo
estoy escribiendo a las 5 y cuarto de la madrugada: afuera llueve el viento
impreciso forma cariz temeroso. Las iluminaciones artificiales de la poética Chinchibarra,
desparraman sus fotoncitos encima de las edificaciones heladas, los automóviles
y las aceras también. Algo empañados, los cristales de la ventana se visten con
las gotitas de lluvia. La garúa nunca sobra ni escasea, es la regada gustosa y
justa. Es por eso que el nuevo almendro llamado Albur, ha de bailar igual que
un gitano. Quizá los otros se me hayan muerto debido al agua que les regué, y
también la gardenia junto al bon-sai del manzano. Es que las plantas en
interior muy fácilmente se ahogan. Sin salir del ecosistema, el
ruiseñor empapado le dedica una serenata a la madrugada subtormesina. Te voy a
extrañar mucho, todo el tiempo que no te vea. Siempre te recuerdo. Pero no voy
a cerrar la escritura de esta lírica madrugada con esa frase tan triste. Pensaré
a futuro y te estaré esperando.
Esta madrugada y yo ya nos hicimos la compañía
que necesitábamos. ¡Adiós llovizna de Salamanca! ¡Adiós mis plantas! ¡Adiós
almendro! Adiós luces municipales… Adiós al viento.
7 de marzo
Dnld 2016