23 de febrero_ Cada vez
que despierto aquí están siempre los 4 almendros aguardándome
encima del escritorio fumé. De forma parecida, cada vez que
despierto tu carita de caleidoscopio es la primera imagen de mis
pensamientos desde que volvimos a mirarnos.
Estoy a punto de iniciar
la gran aventura de un viaje a Alaejos, el primer pueblecito al
entrar en la provincia de Valladolid. El pueblo de las dos torres.
Tengo tanto miedo de quedarme en el camino, pinchar o sufrir
algún otro percance. Serán muchos kilómetros para regresar
andando. Pero las mañanas sin brisa hacen de estos días del año un
clima propicio para viajar hasta ahí. Hace un momento asomé la
cabeza por el ventiluz del aseo y en el cielo ocre de Salamanca
figuraba una estrella, quiere decir que el cielo de la mañana estará
escampado. Aunque no haya campos de colza, cielos como el de hoy son
hermosos para fotografiar la almendrada en flor. Cogeré piedras de
los pueblos que deje atrás y tu imagen me acompañará en el
recuerdo y en el corazón.
Entre otras cosas, la
relectura de los Evangelios recristianiza a mi corazón y autocorrige
a mis pensamientos. Ello trae a colación pequeñas fortunas a mi
vida que se podrían llamar “milagros”. Un llamado que trae el
regreso de una persona a mi vida, o el anhelado regalo de una
correspondencia de una escritora amiga. Como reza el I-Ching:
La auto-corrección
forma una alianza con el cosmos.
Día siguiente_Hoy es un
día de lluvia. El pronóstico de La Gaceta esta vez la acertó en el
vaticinio de su desconfiable meteorología. Al no viajar hasta los
pueblos, lo más probable es que me acerque hasta ustedes.
Posiblemente te vea, aunque no tengo previsto ir hasta donde estás
tú. Al no tenerte ya como la destinataria exclusiva de estas notas,
no voy recopilando minuciosamente las aventurillas de mi día a día,
por eso te cuento hoy que ayer viajé hasta La Mata. A colación de
la hora de ejercicio, también fotografié al sol, los caminos, las
nubes y a los milanos.
Papá mal que mal
encuentra la forma de escaquease de las locuras de mami. Sé que no
depende de mí, pero intento sufrir lo justo imaginando que se
comportan como Dios manda. Papá es un hombre fuerte, soporta con
cordial estoicismo la toxicidad e mamá. Ella nos fue sacando un poco
las ganas de vivir a todos. Hasta hace poco tu imagen no me dejaba
ver todo esto. Únicamente escribía de ti. Pero gracias a la
distancia y al paso de los meses te he ido queriendo menos. Tal vez,
gracias a esa impensada disminución, fue que tu imagen ya no se
sobrepone a las realidades de mi vida. Claro que aún recuerdo las
veces que me has ido a buscar, pero las recuerdo con un entusiasmo
menor.
Albur se va poniendo
tupido. Mamá no deja de estar poseída por fuerzas tristes. Se
aprovecha de los momentos tranquilos para montar un sainete. Es una
lástima que las hojas de este cuaderno se vayan completando con
tanta pena.
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