Martes 12 de junio,
22hs_La luz
de otro atardecer ingresa por la ventana del 3er piso en la calle
Candelario, cercana al campus Unamuno. Nunca más fui a visitar
Huerta Otea, con aquellos crepúsculos tan amarillos bajo el puente
Universitario. Por aquí por casa, mamá hace de sus locuras desde
que llegó al hogar. Relee las recetas que le da el médico una y
otra vez, como si fuera un arqueólogo que encuentra papiros
egipcios. Pronto regresará Mary, perturbará la poca tranquilidad
que hay aquí, con sus malos modales y los desprecios que le hace a
mamá. Papá esquiva el bulto y dice no hay que darles bola. Sin
comerla ni beberla me veo metido en la misma bolsa de insanías que
está mi hermana. Yo no sé si todo será teatro, se hace difícil
creer en todo lo que mi gente dice, porque de ser verdad todo el
dolor que predican, ¿Qué sentido tiene vivir? Al mundo le haría
falta despertarse de un coma Glasgow, así apreciarían más el
tiempo que les ha sido otorgado para ir o venir por aquí y allá, y
no se estarían quejando al pedo. Al mundo de hoy en día le hace
falta perder la mitad de cuanto tiene, solamente así se pondrían a
aprovechar la otra mitad de cuanto les queda.
Después de 4 años hoy es la primera vez que pienso en ti y
miro al futuro con un sentimiento de derrota. Ni el recuerdo de tus
acercamientos, ni el de tus miradas incipientes o el de tus actitudes
celosas e inseguras, tienen el peso suficiente como para inclinar a
mis ilusiones hacia la posibilidad de que algún día se ordenaran
nuestras vicisitudes en las venturosas circunstancias del futuro como
para que de una vez por todas podamos estar juntos. El 2 de agosto,
¿tendré la valentía de acercarme hasta ti para que así se
renueven los imaginarios votos de fidelidad que otra vez celebran el
hecho de que haya pasado otro año desde que te volví a ver?
Posiblemente, sí. Pero entonces ¿cuáles serán mis expectativas
respecto a ti?
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