2 de junio, 5.40am_En la
exhausta celebración de otro día 2 sin ti, el sencillo conjunto de
hábitos de mi vida hace que me levante para escribirte cuando ya se
termina la madrugada. Se extraña un poco la sana compañía de los
preciosos almendros, que por ahora se quedaron en la ventana cerrada,
para que así el aparatoso ingreso al cuarto no quebranta el místico
climax del silencio en la habitación blanca. Inclusive dos libros de
la Torrente, la habitación ha heredado las útiles pertenencias que
tenía la habitación anterior, en paseo de los Nogales número 7, la
casa en donde te conocí. Echo de menos las poéticas farolas del
pintorezco parque de la Chinchibarra, asomarme por la ventana
protegida a regar los almendros y pispear de paso a paseo de los
Olivos a ver si no estabas tú.
22 hs_Todavía no se
acaba el 2 de junio. Y aunque te extrañé mucho, te extrañé menos.
Fuera de la habitación, la gente de esta casa continúa con sus
grandes y pequeñas costumbres, sin enterarse de Bilderberg o el
Grupo de los 27. Mamá canta un tango cuando se siente enamorada de
mi papá. Luego, tal vez ella abra la escalera para revolver un poco
la casa. El sonido a hojalata destartalada parece el hombre del Mago
de Oz, que se tropieza en el camino amarillo. Los demás intentamos
ignorarla cuando se pone así, claro, pero lo hacemos con culpa
porque sabemos que sufre. Nos intoxica con su demencia, sólo
justificada por el abuso de los medicamentos. Toda su vida se
automedicó. Aunque en el fondo de mi corazón, aparece como otro
argumento una frase que no recuerdo quién la escribió.
Todo dolor es la falta
de nuestro amor.
En nuestra familia han
coexistido siempre el amor y una cuota de alboroto.
Pero aquí en el cuarto,
los dos almendros continúan haciéndome su afable compañía. El
tronco de Albur, está cada vez más marrón, síntoma de que va
madurando sanamente. Aunque no supe nada de ti, he pasado un día muy
lindo. A la mañana me encontré con Juli, quien separa una hora por
su semana para que nos tomemos un café. Después me fui a otro bar
para usar el ordenador, pero el camarero hizo un gesto un poco bruto
y me fui enseguida. Antes fui un poco más allá de Monterrubio de la
Armuña, aprovechando el sol de la mañana para hacer un poco de
ejercicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Pasa a dejar tu comentario