El deseo de saber un solo dato concreto sobre ti hace que tengas morada en cada pueblo que dejo atrás
1 de enero, 2018_Hoy es
el primer día de otro año en el que solamente puedo arañar el
cumplimiento de mis deseos de estar alguna vez junto a ti. La
distancia que hay entre los días en que vengo a ecribirte se amplía
cada vez un poco más, otro famoso síntoma de que este enamoramiento
se ha ido enfriando con el paso de los días. Ayer hemos estado muy
cerrca el uno del otro pero tu indiferencia me dolió efímeramente.
Antes cargaba con ella como Jesucristo con la cruz de los pecados. Y
no la soltaba hasta que un día se te cruzaba por la cabeza mirarme a
los ojos nuevamente. Cada vez le rezo menos a los ángeles para que
te traigan a mi vida. Y no me siento culpable al coquetear con otras
mujeres. Y en las calles me parece verte menos.
10 de enero, 2018_Ya no
recuerdo cuando fue la última vez que he venido a escribirte por la
mañana. A pesar de la llovizna y el aire resistente, hoy hice un
viaje a Monterrubio. Entre el claroscuro del día se podía adivinar
una destemplada escaramuza entre el sol y las nubes de una llovizna
pasajera. Ya sabes cómo decía Gandhi, “La
mentira puede vencer temporalmente”. Así regresé a casa con el
suéter impregnado de una garúa intermitente. El el camino de ida te
imaginé viviendo en las glamorosas casas de Las Coronas, luego te
imaginé en Villares. Entonces me di cuenta de que el deseo de saber
un solo dato concreto sobre ti hace que tengas morada en cada pueblo
que dejo atrás.
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