8 de noviembre (Día de las sirenas) 6am
Mi querida Señora,
Antes de salir a la vida he programado una rutina compacta. Te echo muchísimo de menos. Si vinieras llenaría un cuaderno con tu nombre. Como Dios lo sabe, lo primero es escribirte, así no tengo ganas de llorar durante el resto del día. Después unas plegarias escritas, y meditar con radio clásica.
9 de noviembre_Hoy hace un año tuve un accidente en bicicleta. Cuando iba camino al hospital me prometí a mí mismo que si salía ileso de aquella mala pasada de la vida entonces buscaría la manera de acercarme más a ti. Y así lo hice: esa misma noche fui a dibujar cerca tuyo. Y dos días después, por la noche, te dejé mi primera carta. Era una tarjeta, como te conté en una parte anterior de este epistolario, que se encabezaba con un Desiderata a manuscrita. Y luego dejé un presente cada día 2. No sé si habrá sido casualidad pero esta tarde, exactamente un año después de aquel siniestro, te acercaste como lo hacías cuando volví.
21.15hs_Y hoy ya es 11. Una fuerte intuición hizo que vaya en tu búsqueda por la ciudad. Pero Dios no ha tenido la oportuna gentileza de cruzarnos otra vez. La astuta expectativa de verte hizo que te piense a cada segundo, reduciendo la desasfixiante actividad de escribirte. No todo es expectativa, no. Temo también que este romanticismo sea igual a otros desamoríos, y fuera imposible para Dios o mis plegarias que nos acerquemos lo suficiente como para estar alguna vez juntos.
Después de no sé cuántos días, en este anochecer nublado, apunto tu nombre para encabezar esta epístola, como si el nombrarte por escrito le diera más fuerza a la atracción de una telepatía que posiblemente exista entre dos almas que se piensan, resultado de un mutuo extrañamiento que se cimenta en el verdadero amor. Existes en todos y cada uno de los momentos y acciones de la vida. Y busca en tus gestos y palabras pasadas algo que pruebe nuestro glorioso mutualismo de amor honesto. En el recibimiento de tus miradas busco en profundidad y tal vez encuentro un te he extrañado. Pude ver en tus reojeos un me justas. O un te quiero en el rubor de tus mejillas cuando me contestaste con mutismo en vez de un hola. Un me haces falta cuando vienes a dar el presente pero no me dices nada, y hablas con todo el mundo exceptuándome. En los detalles de tu emperipollaje estuvo mi esperanza de que también te acuerdes tú del número de la fecha en que nos vimos. “Te esperaba”, creo que me dices, cuando en días 2 te sueltas el cabello.
Domingo 13 de noviembre, 8.30am_Y otra vez, Señora mía, despierto en un domingo cuyo cariz es una neblina semiespesa. E igual que la ciudad tormesina, me veo inmerso en la amorosa bruma los pensamientos que te nombran: Mireia. ¿Qué harás cuando despiertas? ¿Cuáles serán tus etiquetas al almorzar? ¿Con cuántos azucarillos bebes café? Rumio entre las posibilidades y cavilo si no será un regalo, una correspondencia disimulada a la cuartilla con espiral que te dejé en agosto, hace 2 meses que no los veo juntos. Sin embargo, los fines de semana, están ausentes los dos. Entonces es que temo que falten los dos en la semana que vendrá. Será entonces cuando la duda que me impide ir a buscarte verifique sus fundamentos.
En estos dos meses que han pasado el no verte junto a él ha disuelto un poco los hechos causantes de mi corazón roto. Lloré más de una mañana por ti. Y a veces escapaba de la gente para volver a mi ostracismo y que nadie me pregunte qué te pasa.
23.20hs_Cuando perdí las esperanzas de estar alguna vez junto a ti pareciera que Dios me ha despojado de todo un mundo de ilusiones. El hálito de vida parece que se ha marchado de mi pecho. Engañosamente, un café con leche puede hacerme sentir que todavía estoy enamorado. Ya había pasado por la negra hondura de las desilusiones… pero nunca por tanto tiempo. ¿Qué es la vida, sino un impredecible zigzagueo de sentimientos que va variando del amor a la desilusión?
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