jueves, 5 de abril de 2018

Para que no se escapen los colifatos





27 de octubre, 22.20hs_ Como una mira que apunta en la fachada de los consorcios, las estrellas de las farolas encendidas se pegan a las fachadas de las casitas subtormesinas. Quizás el sistema solar, en sus matemáticas alineaciones, vaya reiterando en nuestra memoria emocional las sensaciones que sentimos hace un año. Pues desde que abrí los ojos quiero venir a encontrarte en este cuaderno para contarte que hoy -27 de octubre-, como una enfermiza señal del destino, he soñado nítidamente contigo. ¿Casualidad? ¿Recordarás que hoy hace ya un año empecé a dejarte las cartas entre los volúmenes de literatura? Los sueños fueron dos, y aumentaban su claridad hacia el final de la madrugada. La primera vez, llevabas el pelo recogido, y era un día de sol igual que este. En ningún momento parábamos de mirarnos a los ojos.
En el segundo estabas en el cuerpo de una mujer a quien conocí cuando tenía 19 años. Fue el primer beso que di desde que desperté del coma. Como te dije, estabas en el cuerpo de esa mujer. Tú y yo concidíamos no sé donde y hablábamos dos palabras, mientras disimulábamos el inmenso amor que nos invadía. Se oía la radio como una cortina musical. Pasaban una cancón de Alejandro Lerner, comentábamos que era hermosa. Y mirándonos enamoradamente a los ojos nos dijimos que ésa sería nuestra canción. Como si empezáramos a ser novios. Tomé aquellas imágenes como un augurio… entonces esta tarde te fui a buscar. Cuando te vi al bajar la rampa debí volver, pero me conformé con mirar tus ojos.
Día siguiente, 8 de la mañana_Ayer, luego de más de 70 días, volvimos a dirigirnos unas circunspectas frases. No me devolviste el buenas tardes tal y como sueles hacerlo cuando no nos guardamos ningún rencor. En cambio reemplazaste el saludo con una perpetuidad de tu mirada, que acompañabas de una mudez misteriosa. Cuando me alejé de ti, cada segundo esperé que te acercaras. Pero no fue hasta que partí que me crucé con tu semblante, ignoro si por azar o por tu voluntad disimulada.
29.10.2016, 0.45am_Hoy ni bien te he visto ya sentí que los Dioses habían conspirado para que otra vez me trates como a un extraño. El resto del día fue una mar de lágrimas tácitas. Aún así busqué en alguna parte un rastro de ti, o lo que es igual, una señal de Dios que resguarde del olvido una esperanza de ti.
6am_El primer pensamiento es tu nombre al despertar. De inmediato, siento una honda culpabilidad, pues sé que no conseguiré apartarte de mi mente durante el resto del domingo. El domingo sin ti amenaza con ser un anárquico paseo por el barullo de mis recuerdos. Entre ellos se mezclarán los preocupados diálogos que iré tejiendo o repitiendo verbal o mentalmente.
Al otro día_Para descansar he dejado que todo el día pasara sin volver a escribirte nada. Pocas fotos salieron del viaje a Mozarbez. Unos cafeses en el Borgo, una ducha por la tarde… Y ahora, mi bien, después de una cena opulenta, en estas 6 de la madrugada vengo a contarte que hoy he vuelto a soñar contigo.
Me preguntabas por todas las cosas que tengo para decirte; habías estado esperando en silencio todas las cosas que tenía para darte. Como un reproche, en un momento me preguntabas por qué te había dejado de escribir, tú no sabías, por supuesto, de la existencia de este cuaderno. Había otras cosas que te preocupaban de mi distancia. Y todas ellas eran solucionadas con la verdad que yo esperaba contarte. Estábamos en un baño público, muy grande, casi tanto como Infantil. Y estaba cumplidamente iluminado por la claridad del día. Las ventanas daban a la calle, sus cristales estaban atravesados longitudinalmente por un tejido de alambres cuadrículdo, como el de los cotolengos, para que no se escapen los colifatos. De repente comenzó a llover, y aunque estábamos dentro a ti se te empapaban los cabellos. Entonces te los soltabas. Eres como un Rodin de colores efusivos. Después mirabas hacia afuera por un cristal de fabricación opaca. Pero hacías coqueterías, como si te estuvieras viendo en un espejo antes de ir a una fiesta. Y te ponías un gorro de policía.
Día de Todos tus Santos_Y hoy, mi bien, casi por un milagro recibo una invitación de Dios para pensar en ti. Entre los brazos de una joven distinguí un merengue de colores primarios. Inmediatamente, mis pensamientos adivinaron de qué se trataba: era Paciencia, creo que era el mismo volumen que estuvo en tus manos blancas. Y hoy ha estado en las mías.
Empiezan los días fríos. Ya hace más de un año y medio que el ser de mi escritura está ligado a tu existencia. Y después de que un tiempo secara el miedo a tu desprecio, hoy te amé íntegramente a ti. Este amor es un mar de tus imágenes dictándome oxímorons agridulces. Cada rostro tuyo es proseguido inmediatamente de una frase que exclama cuánto te quiero.
Día siguiente_Esta madrugada no salí de la cama como un resorte para venir a escribirte. Y por la tarde esperé a que te marcharas para ir hasta ti. Las 3 y media de la tarde corroboraban la cobarde intención de no verte. Al que sí vi es a él. Esta es la 5ta semana que salgo a la calle y no tengo miedo a veros de la mano; tampoco debo de preocuparme si te acercas a él para que el último roce de sus manos me advirtiera innecesariamente que están juntos.
4 de noviembre, 7.20pm_Me fui corriendo del bar para no llorar frente a todos. Pues paso los días enmarañado en el centrado tejido de tus recuerdos. Recordaba los días que me miraste, sin que tu devoto lo provocara sin ninguna causa lógica. El primer día tan solo me miraste, a la semana siguiente tan solo te quedaste muda, impávida, mirándome fijamente, con esos delatores ojitos de fascinación. Y ayer volvieron tus holas efusivos, como si destaparas una botella de champagne.







Damián Nicolás López Dallara



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