11 de julio, sábado_Por otra parte, buscando tu aprecio, hoy fui a terminar un trabajo cerca de ti. Creo que me he vuelto un víctima de la locura por tu existencia. Esta semana ha sido maravillosa. Y hablando de Roma: esta tarde, mientras tergiversaba todas las caras mujeriles hasta que fueran la tuya, me pregunté si vendrías a buscarme como lo hacías antaño, cada tarde y cada mediodía. ¿Cuándo veré de nuevo tu carita impecable? Cuando veo tus ojos vuelvo a considerar la vigencia de un plan divino repleto de generosidad para cada uno de nosotros. Pero que dicho plan no está al alcance de nuestra imaginación. Y pareciera que a Dios le gusta hacer las cosas a su manera. Pero en el pao a paso de mis deseos siempre te imaginaré viniendo hacia mí. ¿Y si lo único que me ha quedado son esta serie de renglones rizados, completados con este curioso extrañamiento que me despertó el volverte a ver? Siempre imagino un diálogo que te tuviera como protagonista y por supuesto también a mí. Ayer creí que podría olvidarte estando con alguien más. pero no era eso, es solo que mi alma y mente necesitan un descanso de esperarte. Ayer, mejor dicho, hace algunas horas, la vida se llenó otra vez de felicidad cuando te hablé dos o tres palabras, maravillado por tus “ojos de caleidoscopio”, esa carita de fascinación, esa carita de enamorada. Esa indagación espiritual.
Domingo 19 de julio_Se está yendo el fin de semana en la copiosa repetición de las últimas palabras que te dije el jueves, inspirado en el maravilloso encuentro con tus ojos, entre las intelectualosas paredes y corredores de la biblioteca Torrente Ballester. En mis pensamientos, el recuerdo de tu forma causó una dulce y suntuosa limpieza, una sanadora reforma de los viejos patrones de mi inconsciencia. Y únicamente me queda espacio en el alma para un agradable estado de beatitud, que se asemeja al vivido durante la infancia, que vemos a la existencia a través del misericordioso cristal de la tranquilidad. La idea de estés durmiendo junto a otro hombre ahora mismo, no vence mi empeño de esperarte. Porque la vanidad de mi enamoramiento cree que también tú has de pensar en mí.
Es el atardecer, y un pájaro cruza el tranquilísimo paseo de los Cerezos, partiendo de copa en copa de los abedules de la exquisita plaza de la Chichibarra. Un Renault se adelanta sobre la pavimentación organizada, y las luces para la neblina ya nos cuentan que el cielo subtormesino ha descendido un nivel en su fidedigna luminiscencia. Y cada minuto que hoy pasó te he suspirado.
Hoy ya es domingo 26 de julio. Hace 5 días de tu infernal ausencia. ¿Cómo te miraré cuando vuelvas? ¿Con ojos recriminantes? Para darte a entender que he notado cada minuto que tú no estabas aquí. Te miraré como si te transmitiera un reproche, ahora que pareció no importarte dejarme solo entre los libros que no aman. Solo entre la gente que no eres tú. No parece mucho, ni parece tanto. Solamente es molesta la obscura y cruel incertidumbre de no saber dónde estás; ni tampoco junto a quién, o junto a quién desearías estar. Y cuánto más se aproxima el día de tu regreso, cuánto más grande se hace la expectativa que siento por volver a verte. ¿Te importará tanto como a mí que volvamos a vernos? ¿Me estarás esperando cuando suba por las escaleras?
31 de julio_Ya se va acabando, mi queridísima Señora, el primer cuarderno que dio vida a una obra literaria íntegramente inspirada en tu existencia. Con estos 10 días corridos de tu ausencia se marchará la tercera ocasión en que un descanso tuyo nos separa. La ciudad ha enfriado sus lugares, literalmente, desde que nos hemos cruzado por última vez. Los lugares y las formas ya no conservan el sabor a aventura que tuvieron cuando las miraba mientras tú revoloteabas por los corredores de librerías; al igual que lo haría una mariposita rápida, que se escapa cada vez que uno la está a punto de capturar.
Constantemente recuerdo el primer día de regreso a ti, aquel corto y caluroso 2 de agosto de 2014. Y en él a tus ojitos de caleidoscopio. ¿Acaso importa si estás sola? Me sobra tolerancia para continuar la interesante espera de tu regreso. El miedo de que me olvides no se ha instalado en ninguno de los momentos que te esperé.
dnld
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