Miercoles
21hs_ Señora, mi amada o mi dueña: hoy no sé cómo encabezar estas
epístolas, ya que de cualquier manera que te nombre hoy siento que
ninguna te incluirá en mi Destino. Prácticas de Zen han conseguido
que esta tarde nos cruzáramos otra vez, aunque sin mirarnos
directamente a los ojos, igual que las dos o tres veces anteriores
que fui a buscarte y estabas tú. Termino pensando lo peor de todo,
que todo fue cosa no más que mía... una fijación de enfermo de
alzehimmer.
Jueves
21.30hs_Hoy te he mirado a lejos. Llevabas el cabello suelto y
hablabas con un muchacho alto. Vi tus colores fuertes, tan intensos
como orín de gato. Sentí esa fascinación, como nunca en mi vida
por otra mujer. A pesar de todo ya no me quedo penando por ti durante
el día. Un día en que no me duele tu ausencia. Sueños que no
tienen el fin de conquistar aquellos que he amado.
Un
ecuánime aprecio por la vida fue ocupando
aquel
lugar en mi corazón donde un día hubieron caras tuyas.
Una
sabiduría ciega objeta y ratifica proféticos acates.
Ella
se fue...
Y
su ausencia dio lugar a una instrucción un tanto más incuestionable
Lunes
22.50hs_Cada vez que me acerco al papel para escribirte voy notando
cómo la decepción es al fin más poderosa que la pasión
decreciente. Mañana por la tarde me acercaré al lugar en donde tú
posiblemente estarás, aunque no estoy seguro de cómo reaccionará
mi corazón si te veo después de todo. ¿Qué me dirán tus ojos si
me miran? O qué me dirá tu desprecio si no lo hicieran. Si hablara
de la noche en vez de ti mi espíritu se ofendería. Acapararía una
mezcolanza barata de sentimientos rotos si te tapara con
descripciones ayapleanas. Recuerdo que utilicé tantas veces a estas
telepáticas oraciones a manuscrita con el fin de trasmitirte mi
amor.
Una
semana después, 4 de la tarde_Te vi por última vez el sábado a la
mañana. Te acomodaste para charlar con unas compañeras en un
mostrador por donde yo pasaría. Ignoro si es que el sonido
atolondrado de mis pasos te habrá llamado la atención, porque
cuando pasé mi miraste. Si acaso la Providencia quiere que nuestros
velados caminos se cruzaran de nuevo en una dramaturgia de
encrucijadas, o finalmente no sé si es voluntad tuya que te muestres
en mis caminos, porque tienes miedo de que te vaya olvidando poco a
poco, paulatinamente, conforme las estaciones van variando el clima
de Salamanca, hasta que se cumplió el ciclo de otro orbitaje solar.
Queda una hoja por completar no más y así, amándote, finalizará
la obra cursiva más extensa de mi vida:
Rummenigue.
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