10
de agosto, 2015
Mi querida
Señora,
El
horizonte subtormesino pospone las nubes a los consorcios bajitos, mientras los
autos avanzan por el paseo de los Cerezos, como si fuesen un caracol que cambia
de color.
Hoy
no demostraste ningún sentimiento de alegría cuando fui a verte. Caray… quizá
yo imaginé todo esto; el amor en tus ojos, antes tenía el privilegio que me
buscaran a diario; la candidez en tu timbre de voz; el revoloteo de estigia que
hacías en derredor mío cuando volví. Las últimas palabras que te he dicho
funcionan en mi mente como un mantra amoroso, que lavó mi interior de otras
impurezas como rencores o preocupación. ¿Acaso estar enamorado no consiste en
la iluminación absoluta de nuestro lado oscuro, gracias a los pensamientos
permanentes de la persona amada?
Probablemente
mañana estés allí de nuevo, fastidiada por quienes te miran sin decir nada,
acorbadados por tu belleza, propia de las sirenas y de las diosas.
Mi
saudade, mi jedyna… mi todo.
dnld, 2015
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