jueves, 26 de noviembre de 2015

Era un libro de Giovanni Papini





Mi queridísima Señora,

Es el atardecer, y un pájaro cruza el tranquilísimo paseo de los Cerezos, partiendo de copa en copa de los abedules de la exquisita plaza de la Chichibarra. Un Renault se adelanta sobre la pavimentación organizada, y las luces para la neblina ya nos cuentan que el cielo subtormesino ha descendido un nivel en su fidedigna luminiscencia. 
 


Hoy continué la búsqueda de aquella signatura que me habías dado, escrita con tu caligrafía, allá por el 2006 – casi 10 años ya-. Barajo dos probabilidades: una, la puse tan a resguardo que me será complicadísimo hallarla. Y dos, por algún enfado contigo la bote al Tormes, lugar donde te pensé para dedicarte un poema. Se hace duro decir “querida” cuando en toda la jornada la conjunción de los astros no ha programado el albur que me traiga noticias tuyas. El recuerdo de tantas insistencias, tuyas y mías, conserva en Stand by la ilusión de que alguna mañana vuelvas a mí.
 





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