En esta mañana subtormesina, retomo al papel para volver a escribirte, para contarte que durante toda la madrugada del 2 de abril tu imagen anaranjada ha impregnado cada segundo de los románticos insomnios. La experiencia de este enamoramiento es más importante que mi pasión por la escritura manuscrita: ya no puedo escribir como cada día, sin antes haberte escrito alguna cosita a ti. Un aburrimiento modesto me continúa alarmando acerca de esta monotonía que es escribir, escribir y escribir. El sueño del amor ideal me persigue. Y lo más cómico es que es probable. Cada vez que nos entreveramos en la red de los sucesos, soy un poco más feliz. Gracias a tu elección de contestar positivamente, con tus acercamientos y miradas, a mis visitas a la Torrente. Y en la espera de volver a verte, la emoción que siento al saber que existes hace crecer en mi corazón a este imponente sentimiento de amor por ti, que se cultiva en mi alma desde hace ya tanto tiempo. Cada día te amo un poco más. Así te impregnas en cada cosa que me rodea en la vida: las estrellas en las noche continuamente me recuerdan cuánto te extraño, y cuanta falta me hace tu compañía en lo pequeño y grande de cada día que se va. Hoy me la pasé recordando cada momento en el que vi tu cara.
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