lunes, 10 de agosto de 2015

Formalizo este día

Mi Querida Señora,
Formalizo este día, entre los avatares diarios y algún que otro cansancio, el comienzo de esta serie de epístolas que llevarán una y otra vez a tu nombre en las sentidas dedicatorias.
Fue hace ya nueve años cuando miré por primera vez a tus ojos claros. Y hoy me llena de felicidad el hecho de que no se vaya un solo día sin que nos crucemos por los pasillos y estanterías de la vasta biblioteca Torrente Ballester, tu lugar de trabajo, y sentir de que estemos siempre a punto de hablar. Es por eso que más que nunca soy de evocar las cándidas memorias que te tienen como romántica protagonista de mis esperanzas de haber encontrado por fin el Destino que me esperaba tan escondido en un punto recóndito del tiempo insobornable. Y a pesar de los años, a pesar de que ahora conozco el timbre de tu voz, tus acentuaciones cautivadoras, a pesar de que ya conozco tu nombre, en mi corazón no se ha exacerbado el amor que sentí por ti desde el primer momento en que te miré, desde el primer momento en que vi tu imagen gloriosa.
Hace un ratito fui a dar una vueltita. Soy, como todo el que ama en grande, algo atolondrado. Salí de casa nada más con el modesto abrigo de un yérsey. La Luna estaba casi completa. A paso de caracol, Las Tres Marías hacían su típico desfile a lo largo del firmamento. Y como acostumbran ser las noches de marzo, el frío era insoportable. Pero el recuerdo de tu existencia me devolvía el calor a la sangre, llenándome de fortalezas para poder volver.


dnld 2015









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