lunes, 24 de agosto de 2015

Mortadelo y Filemón




6 de marzo, 2015



Mi queridísima Señora,


Hoy te he visto entre tus cosas, transportabas –creo-, una pancarta, de un pasillo hasta el otro, en la biblioteca Torrente Ballester. Pero no te acercaste hasta mí como sueles hacerlo otras veces, pareciera que tu existencia quisiera dar el presente en mi capacidad de amarte. Me pone un poco triste tus ausencias: sin ti no sé muy bien hacia dónde voy; ni tampoco sé totalmente quien soy. Cuando pasa un día sin verte algo falta en mis ilusiones para que todo en mi corazón ande bien. Es como sentir un cansancio de golpe, como si no tuviera el alma entera.


Día siguiente, 9.30 pm

Mortadelo y Filemón


Con seguridad jamás vas a leer estas turulecas anotaciones que orquestaron sobre el papel los parciales apuntes sobre ti y tus cosas; y al igual que  los ladrillos de los paquetes consorcios de la respingadísima ciudad subtormesina, englosan las listas de estos ajetreados rengloncitos.
El hecho es que no dejo de tenerte entre mis pensamientos y emociones, como la bolita de un sensible flipper, vas rebotando por las egoístas paredes de mi mundo interior. Medito: ¿Seré la imagen de tus soledades? ¿O acaso los Dioses se burlan otra vez de mí haciéndome creer que vivo en tu corazón cada vez que miro tus ojos de caleidoscopio, tan transparentes? Ni siquiera sé bien tu nombre: ¿Es con y griega o con elle? Quizás haya sido cosa no más que mía. Pero cuando me contabas de tu experiencia con los comics, vi que las mejillas se te ponían de color rosa.
Hoy no vivo en ningún laberinto. Los ranúnculos continúan creciendo deliberadamente hacia el cielo raso. ¿Te habrás acordado de mí durante el fin de semana? Los pájaros silbadores hacen ya la iniciación de su canto para acompañar a las legítimas horas de oscuridad que impregnan la madrugada primaveral.





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