viernes, 20 de mayo de 2016

Más larga que Lolalandia



Mi querida Señora,

Hoy, en esta noche, el 3er cuaderno que te nombra se estrena con una epístola. Tus ojos son como el canto de las sirenas: me hacen perder la cordura. Al verte siento un alivio de mi asfixia, como si los vientos tormesinos me llevaran hasta el Edén. La nublada ciudad salmantina está por ingresar en otra de sus pacíficas medianoches. Pero no quiero dejar pasar este día – 12 de febrero – sin antes contarte que hoy, en el último sueño de esta mañana, los Dioses han tenido la gentileza de traerte otra vez a mis sueños.

Había sido mucho más largo de lo que ahora recuerdo. Desperté maravillado, con una energía feliz. Soñaba que fui a mandar una carta y tú, mi Señora, trabajabas allí. Te miraba de lejos…


Día siguiente

Esta tarde aventuré a mis pensamientos para que crearan un poema que, si a ti llegase, leyeras algún día. Sin embargo, antes de poder acabar el primer verso, desistí de esa romántica empresa: me di cuenta de que nada de lo que pudiera escribirte ejemplifica cabalmente la intensidad de la fascinación que este servidor puede llegar a experimentar cada día que te miro a los ojos.


 


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