Mi querida Señora,
En el coqueto barrio Garrido Norte, las luces artificiales de la célebre Chinchibarra se derraman fielmente sobre los exquisitos turismos, estacionados con toda prolijidad en las dos filas del paseo de los Cerezos, que se convierte en una pasarela urbana para otro coche que viene justo a pasar en medio.
Desde que abrí los ojos, un guitarrón acústico comienza la interpretación de Muchacha ojos de papel, como si los pensamientos de ti, que habitualmente me atacaban al despertarme, hubieran tenido la obligación de convertirse en algo asociado contigo. En mi alma sucede algo al saber que también la conoces tú.
Te vi después de casi 8 años, un 2 de agosto de 2014. Me alegra mucho saberlo ahora. En mi recuerdo pifiaba la fecha por al menos un mes. Pero ayer se me ocurrió buscar la fecha en el dibujo que hice aquella mañana. Siempre había querido saber la fecha en la que volví a hablarte, después de tantos años. La historia de aquel dibujo es un poco rara, puesto que no lo hice con entusiasmo, como suelo hacerlo con otras caras.
Resultó que cuando dibujaba en calle Toro se acercó a mí un hombre que no tenía trabajo fijo. Curraba de barrendero cada vez que lo llamaban a trabajar. Me habló de su pareja, una mujerinternada con problemas de depresión y suicidio. Y finalmente me dejó una foto carnet para que le hiciera un retrato, con la intención –supongo- de que al verse bella en el lienzo experimente un momento de felicidad. Pero claro, la chica no era tan agraciada como el retrato que estaba haciendo cuando él me vio. Y no cumplió sus expectativas. El caso es que ni me pago, ni tampoco le gustó. Incluso sospecho que lo destruyó, para que la señora no se menospreciara al verse. Pero aunque e lienzo no reflejó a la más bella del reino, se lo hice con dedicación. Y el caradura me pidió que le hiciera otro. Obviamente le dije que no, y nunca más volví a verle.
Como te decía, mi querida Señora, fue que en la noche de ayer encontré en ese dibujo la fecha en que volví a verte. Fue un día muy especial para mí. Y cada día que pasa siempre recuerdo ese momento, cuando volví a mirar a tus ojos… con esa expresión de niña regañada.
Entonces me di cuenta e que si todo hace parte de un plan que a la larga velaba por nuestro bien, inclusive aquellos que no se comportaron bien con nosotros, tienen un propósito importante en nuestras vidas, y que solo se cumple si no les damos la espalda.
29 de junio, 2015_La noche se hizo amanecer sin sobresaltos. Los kilómetros en bici me ayudaron a dormir todo seguido. Y finalmente, “el día llegó”, como decía el cuento de Giovanni Papini. Ya han pasado, mi queridísima, los diez días que no te he visto. En un ratito iré a ver si te veo, en la elegante biblioteca pública Torrente Ballester. Experimentar esta dulzura como si hubiera comido un helado de dulce de leche.
30 de junio_Casi me da un infarto al verte por lo muy hermosa que estabas. Tan bronceada, tan luminosa, tan transparente. Me has mirado como antaño. Me has hecho muy feliz. Varias veces, durante este día, he pensado qué pronto se pasará esta semana, y cuán lentos los próximos días que no te vea. He tomado una decisión: entregarme por entero al estado de embelezamiento que vivo gracias a ti. Dormir poco, estar impaciente por verte, pensarte todo el día y toda la noche que esté despierto.
Hoy pensé todo el día en ti. Tu ausencia es como si me faltara algo elemental en el organismo: el aire en mis pulmones, la sangre recorriéndome las aortas… los linfocitos defensores. ¿Y a ti qué te sucederá cuando nos veamos?
El amor no se instala
El amor se afirma
Ahora lo entiendo.