3 de mayo, 22 hs
Mi queridísima Señora,
Son las 6 y media de la mañana. El típico amanecer tormesino aclara Salamanca al compás de las ecuaciones cósmicas. ¿Despierto y me pongo a pensar en ti? ¿O me despierta la curativa energía de tu amor? El planeta ya ha girado lo suficiente como para que España haya pasado de la mañana al anochecer. Me energizo espontáneamente con el repaso de los amorosos minutos que te han tenido a ti como protagonista explícita. Me pregunto qué pasará mañana. ¿Hablaremos? ¿Se me cumplirá el deseo de caminar a tu lado? Pedí tres deseos con tu nombre, cuando estrené la tapia que evitará los desprendimientos del terraplén en el exagerado carril-bici.
Te resultaría difícil creer cierto este amor, luego de tantos años y por cómo se comportan los humanos hoy en día, en donde todas las cosas e inclusive las personas son desechables, cuesta mucho creer que alguien regrese después de tantos años; y más difícil de creer es que luego de tantos años esa persona recuerde cada palabra que te oyó decir, cada mirada que le has regalado, cada segundo que te vio, cada prenda que llevaste puesta. Ahora eres como una referencia del tiempo: porque también recuerdo los días del mes según los momentos en que no estás en ellos. Semana Santa, día de Castilla y León, día del trabajador… y por supuesto los domingos. Todos ellos se hacen más largos sabiendo que no incluyen una benévola encrucijada en donde se crucen nuestros caminos.
Espero ansiosamente a mañana para conocer en cuál de todas las cuestionables posibilidades encajará la verdad de tu amor. Todavía no deduzco si es que tu amabilidad es cosa del protocolo o es una cortesía franca. Si me has extrañado un poco desde el jueves, seguramente ya mañana me buscarán tus ojos cristalinos. Todavía no deduzco si es que tu amabilidad es cosa del protocolo o es una cortesía franca.
Fuiste en mi vida como la mañana, como el día al despertarse. El tiempo que me dure tu recuerdo no serán días de lucha para desprenderme de tu cara. Hoy mi corazón, al evocarte, canta como al ver los campos de girasoles en carretera Valladolid; o como al ver los artísticos sembradíos de amapolas que salpican el paisaje entre un pueblo y otro, camino a Alaejos. No necesito dormir, no necesito drogarme, ni arrastro la pesada carga de la victimización: me hace feliz tu existencia. Puedo recordar cuando miras con tu carita de ensueño, y quedarme tumbado mirando el cielo raso, sintiendo este enamoramiento culmen. Soñar con un futuro más amable. Sentir que los milagros se hacen posibles cuando uno sabe esperarlos.
Mismo día, casi las 12 de la noche – el día se ha trasladado entre los dos crepúsculos. Desde el amanacer, mis pensamientos fueron una odisea de ti, y una odisea de ti se expone por las calles de Salamanca. El anaranjado de tus cabellos abriga la nuca de alguna jovencita más pequeñita que tú. O el andar atolondrado de una mujer con gafas oscuras casi me mata de un síncope, cuando en ella vi tu presencia… fue entonces que en mi corazón se oyeron coros de un Aleluya.